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El Guáimaro en un lugar de la Sierra Nevada de Santa Marta

Actualizado: 7 mar 2020


Este año la Arhuaca Rosamira me trajo dos veces semilla de guáimaro, en Junio y ahora en Octubre y me dice que si quiere la visite para ver los árboles en cosecha. No puedo negarme y a las 6h inicio el camino cruzando el pueblo en dirección al glacial, Palomino sigue creciendo, normal, con tanta publicidad que hasta Bill Gates ya vino, paso por frente al lugar donde se bajó. En todo caso llevo una hora caminando afuera del Pueblo y nadie se ve. Escucho los monos aulladores y los gravo, al rato estoy guardando la grabadora cuando llega un kággaba con sombrero sanmiguelero y hablamos un poco. Me dice que es de Sebiaka y sigue. Más adelante encuentro un joven con el aspecto de ornitólogo, binoculares, cámara y con ropa acorde como en atención a algo a lado del camino, nos cruzamos en silencio y continuo caminando hasta llegar al pueblo talanquera kággaba de Sebiaka, justo al final sin salir del camino está el desvío para ir al río Palomino, llego a la playa del río, pongo todo en las bolsas herméticas, sin zapatos y solo en calzoncillos espero a Isaías el Arhuaco que viene con una bolla para pasarme a la otra orilla.

Entro a la Aldea Arhuaca de la Señora Perfecta, esposa del mámo Marcelino, nos saludamos con alegría y salen todos sus hijos, nietos para encontrarnos con las miradas. Lo primero que me ofrecen es guáimaro cocido, todos se encuentran tan animados con este alimento que parece un pasabocas que nunca se acaba. Lo recibo, en todo caso no había desayunado y es muy reconfortante comerlo. Al momento llega Rosamira y todos nos dirigimos a su casa en busca de los árboles de guáimaro en cosecha, nos encontramos con la Canzamaría y el mámo Marcelino con quien hablamos largo rato sobre el futuro de las dantas de la Sierra. Antes de llegar a la casa está el arroyo del guáimaro y nos detenemos a coger algunos para llevar. Hay tantos en el suelo y dentro del agua que parece que están cansados de recoger, es como si sobrara. El hijo mayor me tienta a ir al árbol que el conoce que está justo en cosecha para descubrir para mi la parte dulce de la fruta. Entonces iniciamos recorrido los dos hermanos y yo mientras Rosamira se queda para preparar el almuerzo.

Todo es subiendo por el arroyo, luego de 20mn encontramos el primer gran guáimaro. Hay muchas semillas en el suelo, huele bien y hay otro olor de la fermentación del dulce que no es malo, hago algunas fotos, pero el árbol que buscamos está más arriba, seguimos y pasamos por otros dos árboles más con el mismo panorama en el suelo, pleno de semillas y ya muchos retoños. Finalmente y luego de 40 minutos llegamos el árbol que me deja conocer la fruta y me doy cuenta que es la cáscara la parte dulce, no hay una pulpa evidente, hay una tímida cobertura blanca de la semilla que no se siente, es la cáscara que aún verde es dulce, amarilla ideal y naranja ya es fermentada.

Estos árboles son los mejores candidatos para hacer el estudio fenológico de la especie en este lugar de la Sierra y la base parental para la repoblación de la especie en la misma Sierra Nevada de Santa Marta.


De nuevo en la casa, el almuerzo es puré de guáimaro con arroz y limonada, en la foto el rostro de los mas beneficiados.


Todo en la cocina esta lleno de semilla de guáimaro, en el patio también lo secan y los niños y adultos reflejan lo que es comerlo regularmente. No cabe duda que este alimento nativo de la Sierra merece un lugar muy importante en la dieta de la mayor cantidad de niños, por lo que es Brosimum alicastrum la especie nativa bandera en la restauración de los bosques y en el silvo-pastoreo en la Sierra Nevada de Santa Marta que la Fundación Nativa impulsa.



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